miércoles, 27 de enero de 2016

LA BELLA OPORTO


LA BELLA OPORTO



Y esta lámina que se exhibe en la expo aire, con ocasión de nuestras fiestas patronales, por el artista salmantino MUÑOZ BERNARDO, me robó los ojos...
 Solo una muñeca prodigiosa al servicio del talento es capaz de plasmar el luminoso atardecer del muelle de Oporto de esta manera.

A pesar de que el puerto ebulle de actividad, la escena trasmite serenidad. Las barcazas (rabelos las llaman ellos) que portan las barricas con los famosos caldos de Oporto traídos río abajo desde los viñedos del Alto Duero, aguardan, mecidas por las sosegadas aguas de la ría, para ser descargadas.

No sucede nada; incluso si nos fijamos en la frenética actividad y en el gentío que vemos en el muelle. Desde luego el fuerte calor de la tarde hace que comerciantes y sus clientes, paseantes y curiosos, se cobijen debajo de los toldos de las carpas buscando la sombra; pocos son los que se exponen al recio sol que padecemos en lberia. A pesar del ajetreo portuario, como digo, no percibimos nada de lo que allí acaece y nos lo tenemos que imaginar.

Hace calor, mucho calor, las coloridas fachadas de poniente se tuestan. Pero no todo es sopor... las azules (quizás verdiazules) aguas del Duero mitigan el ambiente un tanto somnoliento y equilibran la cálida escena aportando un halo de frescor. Y para acentuar tal sensación el artista esboza un sutil oleaje, conseguido magistralmente, sea dicho, sin duda porque en este punto de la ciudad el río se convierte en ría ante la inminente presencia del mar; y dota de sombra a algunas altas fachadas orientales y al lejano barrio de la colina.

Como decía, excelente obra la que hemos podido disfrutar en la expo aire.

Estampas de Castilla: los dos cerros de Palencia







Palencia tiene dos cerros que nos vienen de perlas para romper la monotonía del paisaje estepeño, pues esta vetusta ciudad está situada a las puertas de Tierra de Campos, seguramente la región más plana de España. De Palencia hacia el oeste y hacia el norte ya no hay más que llanura poblada de cebadas y tobas, y de algunos tesos donde se apostan avutardas y la vigilante liebre. 

Pues bien, y a la que voy, no hay pocos quien ven en ellos verdaderas pirámides, y no solo por su perfecta y armoniosa conicidad, sino por el fuerte simbolismo que estas formas desprenden o así lo captaron en muchas civilizaciones antiguas. Simbolismo y esoterismo que para los hombres actuales es impalpable, pero que en tiempos pretéritos aquellos moradores de la llanura sin duda lo percibieron.

No es casualidad que ambos cerros: San Juanillo y del Otero a secas, como los llamamos en el país, fueron poblados (o al menos visitados) desde la antigüedad por aquellos hombres del neolítico, como así lo atestiguan numerosos vestigios encontrados en las excavaciones de hace unas décadas. También aquella tribu celtíbera que los romanos apelaron como vacceos dejaron su impronta en sus laderas en forma de vasijas de cerámica y herramientas varias. Y algún tesorillo de monedas acuñadas en alguna ceca visigoda cercana alguien debió esconder en sus vargas de puro yeso.

Pero luego fueron requeridos por eremitas como así lo corroboran las ermitas que se hallan en sendas cumbres, aprovechando que el yeso es un mineral fácilmente modelable y que de suyo forma galerías naturales o, en todo caso, permiten una fácil excavación. En la cueva-ermita del cerro del Otero se refugió Santo Toribio de las iras del pueblo, que en aquellos momentos de los albores de la cristiandad en la península, eran adeptos del hereje obispo Prisciliano, cuando aquél predicador quiso traerles las nuevas de la verdadera doctrina cristiana.

Pero algo debieron ver nuestros antepasados para elegir ambos altozanos como lugares de ineludible visita, quizás vieron en sus cumbreras los lugares perfectos como altares para sus ritos religiosos, ya que en todas las civilizaciones buscaron puntos intermedios entre la tierra y el cielo, y punto desde donde contemplar mejor las estrellas. Y mejores atalayas en este altiplano no pudieron encontrar.

Recientemente el genial escutor Victorio Macho recargó de fuerte espiritualidad el lugar cuando eligió el cerro del Otero para erigir su coloso Cristo del Sagrado Corazón o Cristo del Otero como definitivamente lo ha apelado el pueblo. Nuestro Cristo protector mira a la ciudad y con sus manos parece bendecirla.


Todos los días, camino del trabajo, me desayuno con esta ella bella estampa del sol emergiendo entre ambos senos. Y les tengo que decir que su contemplación ejerce, además de verdadero embelasamiento, una atración total por ascenderlos, aunque sea solo de intención, para admirar la amanecida que por estos lares nos viene de la parte de Burgos.

miércoles, 20 de enero de 2016

Estampas de Castilla: La Fortaleza de Gormaz, símbolo de la Castilla más mora



LA FORTALEZA DE GORMAZ



LA MURALLA










Hoy les propongo que echemos un vistazo a nuestra Castilla más mora, demasiado olvidada, o mejor dicho, desconocida. Y para ello nada mejor que una visita a la alcazaba de Gormaz, una enorme construcción que está considerada la más grande, de entre las musulmanas, en territorio europeo, con más de un kilómetro de recinto amurallado. Tuvo que ser así de desmesurada la fortaleza ya que aquellas gentes cristianas y musulmanas no se andaban con chiquitas a la hora de dominar la frontera que fue el río Duero para esos reinos hace más de mil años.

Pero hay algo más en lo que es insuperable, y es que la bella panorámica que se puede contemplar desde sus muros del río Duero, de su vega y ribera, sus sotos y tierras de labor, no tiene parangón, máxime en otoño, cuando no queda un ocre ni un amarillo que quede fuera de la paleta de colores.
LA PUERTA CALIFAL

Y si les ha gustado la vista que regala intramuros la puerta califal, adjunto esta otra vista extramuros, que aún es más interesante y hermosa, desde este estupendo balcón que se hizo construir aquel príncipe moro.




Desde luego que el arco de herradura nos ejerce ya en sí una atracción visual enorme, quizás por su exoticismo y evocación orientalizante y, en todo caso, por ser más airoso que el austero arco de medio punto medieval omnipresente en la cristiandad. Pero esta puerta, paso principal de acceso al fuerte, es aún más bella con la duplicación de los dos arcos; el exterior más grande; el interior más chico. Entre ambos dejaron una buhadera, un vano para poder defenderse de los asedios desde donde podían lanzar flechas y otros proyectiles sin ser hostigados por el atacante. Tal recurso militar fue muy utilizado, tanto en castillos moros como en los cristianos, por todas aquellas gentes guerreras.

El elegante arco exterior está enmarcado por una cenefa que en arquitectura llaman alfiz, y que en otros edificios suntuosos andalusíes aprovechaban para decorarlo con motivos geométricos o con textos en escritura árabe, casi siempre versos coránicos, pero aquí nunca los hubo; seguramente aquellos recios soldados no estaban para poesías ni sutilezas.

Mil y cien años después de su factura, aún se luce con orgullo, altivez y pinturería, sabiendo que por su regazo han pasado gente ilustre como fueron el general Galib, quien levantó el fuerte siguiendo el mandato de su señor, el Califa cordobés; o el temido guerrero Almanzor, o decenios después Rodríguez de Vivar -El Cid-, que también fue señor del sitio.
Esta soberbia fortaleza, de haberse conservado en mejor estado, seguro que hubiera sido un monumento tan principal como la mezquita cordobesa pero, aun su estado casi ruinoso, la fortaleza no pierde un ápice de fascinante, y a Castilla la hace un poco más moruna. 

Estampas de Castilla: El ferrocarril Valladolid-Ariza


EL FERROCARRIL VALLADOLID-ARIZA

La línea ferroviaria Valladolid-Ariza vertebró parte del movimiento de viajeros y mercancías del centro de Castilla, uniendo el este con el oeste de la región a través del corredor del Duero, y ésta con una línea de mayor importancia como la Madrid-Zaragoza a la altura de Ariza. Algo fundamental ya que en España siempre se ha promovido las vías de comunicación norte-sur, olvidándose de las transversales.

En el siglo que estuvo hábil no conoció la electrificación y desde su nacimiento ya tenía su parte de defunción servido, pues apenas conoció inversiones que posibilitaran un uso cómodo y rápido. Eso sí, barato el boleto sí que lo tuvo que ser, a tenor del dicho que el gracejo popular acuñó: "Entre Langa y Berlanga, este tren es una ganga...".


Aunque conoció momentos de esplendor como cuando se decidió incluir el moderno TER Salamanca-Zaragoza dentro de la línea, o el Expreso Shangai La Coruña-Barcelona, una mano negra siempre se cernió sobre esta importante obra civil: ni conoció actos públicos en la inauguración de la nueva línea, allá por el 1895, ni al día se hoy ha cuajado ningún proyecto turístico o cultural que pudieran permitirla una segunda vida, a pesar de la belleza paisajística y prolijidad monumental del entorno por donde discurre.

Poco a poco las estaciones y apeaderos van arruinándose; ya no hay más que broza cubriendo el balasto, zarzas enmarañadas ocultando las traviesas y orín comiéndose el fierro; los postes y cableado que alguna vez llevaron telegrafía ya solo sirven de apoyaderos de cernícalos y ratoneros... Pero no hay nada más especial en ello; para los que vivimos en esta tierra no nos coge de nuevas, donde todo lo que nos rodea es decrepitud, languidez y a veces desolación.


martes, 19 de enero de 2016

Estampas de Castilla: el acueducto de Segovia


EL ACUEDUCTO DE SEGOVIA






          Veo y reveo mil veces el acueducto de Segovia y me sigue produciendo la misma admiración que el primer día que lo conocí, y que no soy capaz de recordar cuándo fue...
Quizás fueron unas fotos de mi padre, en su época de mozo, montado en una vespa y posando gallardo a los pies del acueducto, allá por los años sesenta, ya que le tocó la mili en esa ciudad, y allí estuvo de instructor en Artillería. Pero personalmente no consigo recordar la primera vez que lo visité.

          Digo que admiración y perturbación también, por qué no... Y ello debido a mi incomprensión de cómo aquella gente romana pudo acometer tan ciclopea obra más que para abastecer un acuertalamiento y un puñado de casas cuyos moradores se empeñaron en habitar la zona alta de la ciudad, ahora ocupada por el Alcázar. Muy importantes tuvieron que ser esas personas para justificar tanta tesón en aras de que no les faltara una gota de agua, desde luego.


          Y con ese fin se afanaron los constructores para labrar y mover miles de toneladas de sillares de roca gneis y granito. Enormes grúas, poleas, rampas, andamios....-Por no mentar la cantidad de esforzados obreros que hubieron de emplearse-, se dispusieron en el desaforado empeño. Pero el orgulloso y altivo pueblo romano no se achantaba fácilmente y nunca veía obstáculos si no soluciones. Veinte mil piezas componen ese puzle, armado sin argamasa alguna que las uniese, para traer el agua desde la sierra por una cacera que soporta los arcos, y atenuaron su velocidad suavizando la pendiente a lo largo de sus quince kilómetros de longitud.

          Se dice que aquellos arquitectos no conocían la teoría de los vasos comunicantes, ya que de ser así, con haberse dotado de una tubería cerrada para que el agua sifonara y remontara la cota, hubieran salvado la gran vaguada, que es donde el acueducto se presenta más alto y monumental, y se hubieran evitado tal ingente labor.
Pero tal conjetura no es cierta. Ellos lo conocieron de sobra ya que desarrollaron unos formidables conocimientos de hidráulica. Lo que no consiguieron encontrar fue un material idóneo y abundante con qué montar las cañerías, y aun más, un pegamento con qué soldar las juntas y hacerlas estancas para soportar grandes presiones.

          Y digo yo, que bendito sea el que no acertaran con la solución, por que no hubiéramos podido solazarnos con esta prodigiosa maravilla, monumento principal de la Humanidad.

Estampas de Castilla: Las corralas



LAS CORRALAS





          Las corralas formaron parte del paisaje urbano de las viejas ciudades castellanas, manchegas y andaluzas. Su disposición en corredores descubiertos formando un cuadrángulo sobre un patio cerrado posibilitaron y obligaron sí o sí a unas relaciones vecinales tan estrechas que casi rozaban lo familiar. Todos sabían de todos porque apenas pudo existir el anonimato, para bien y para mal. Quizás para aquella sociedad que nos ha precedido tampoco fuera tan importante el ocultamiento de la vida íntima porque en el fondo era una sociedad menos compleja y huraña, prefirieron (tampoco pudieron elegir) compartir con naturalidad su cotidianedad con los convecinos.


          No sé si sería mejor o peor aquel modelo de relación vecinal, pero sin duda más rica, vital y divertida sí. El modelo arquitectónico de estas corralas sería imposible en nuestra sociedad moderna, donde los edificios buscan precisamente lo contrario, el menor contacto posible, ni aun visual, entre unos y otros, como si la vida de cada cual fuera tan importante como para protegerla de la escrutadora mirada del vecino de enfrente. A veces pienso que lo que de veras queremos esconder es precisamente nuestro ordinario devenir y aún más, nuestras miserias.

          Pero en dichas corralas, como forma de habitáculo compartido, si hay algo que no ha cambiado con el paso del tiempo, ha sido el uso comunal de los tendederos como en ésta del barrio castizo madrileño de Lavapiés, retazo de una España que se nos va....

El puente de Ariza


EL PUENTE DE ARIZA






           Hoy les presento esta imagen del puente de Ariza que recientemente he visitado, y su contemplación me ha causado hondo dolor y ahora les explico el por qué.

          Este soberbio puente del siglo XVI, obra de Andrés de Vandelvira, un excelso arquitecto renacentista, se construyó sobre el río Guadalimar para facilitar el tránsito desde Úbeda y su comarca, en la zona septentrional de Andalucía, a las regiones manchega y valenciana. Es un bellísimo puente fabricado con sillería de piedra arenisca, consta de cinco ojos y el central y principal tiene un paso de luz de 31 metros, todo un reto arquitectónico. El acabado fue perfecto e incluso aquel arquitecto lo quiso engalanar con un ribete que, a modo de orla, va circundando cada uno de sus ojos.


          Pues bien, recientemente, y no hablo de la época de Primo de Rivera ni de la de Franco, cuando se construyeron la mayoría de los pantanos españoles, y que muchas veces anegaron inmisericordemente mucho pueblos, si no en el cercano año 1998, cuando entró en funcionamiento el embalse de Giribaile y con él quedó sumergido perpetuamente el puente de Ariza, salvo en largos períodos de sequía cuando el agua embalsada se encuentra en cotas mínimas como este invierno en el que asoma entero. Parece ser que hubo partida presupuestaria para todas las contingencias de la nueva obra menos para rescatar del ahogo al vetusto puente.



          Y es que, amigas mías, así nos las gastamos en España. Los administradores culturales de lo público solo gustan de la construcción de grandes infraestructuras en forma de museos, centros de interpretación, palacios de congresos, auditorios,... en un alarde de catetismo al guiarse por criterios meramente económicos, supeditando las inversiones al interés turístico; es decir, solo merece la pena atender el patrimonio cultural que atrae afluencia turística. Y así nos va... Por el suelo patrio están esparcidos centenares de edificios históricos, iglesias, monasterios, castillos, puentes, etc. desmoronándose a cachos. La desidia y apatía de la ciudadanía hace el resto.

           Dentro de pocas semanas, tras las primeras nieves y posteriores lluvias, aumentará el nivel del embalse y poco a poco el puente de Ariza volverà a sumergirse hasta quedar totalmente inmerso hasta el próximo estío. Y mientras tanto, los prebostes municipales y regionales seguirán pelando la pava en busca de una solución para salvarlo del ahogo y que nunca acaba de llegar. Sin duda dentro de pocos años el puente cederá y se arruinará definitivamente para lamento de todos los que en sus manos hubo la solución y que por omisión ignominiosa nada hicieron.

lunes, 18 de enero de 2016

Estampas de Tierra de Campos: el exvoto


EL EXVOTO


Los santuarios son lugares predilectos porque en tales lugares se ha originado algún milagro o alberga alguna imagen de especial devoción (generalmente porque se le atribuye milagros). Por ende de siempre han sido destinos de peregrinación.

Y donde hay santuarios hay exvotos, que son las ofrendas de los peregrinos como acción de gracias por la intersección de la virgen o algún santo en la consecución de algún favor, consejo espiritual o, por qué no, milagro.


Y en este punto enlazo con un retazo de historia que hoy les vengo a contar. Y es la que me sugiere la contemplación de este exvoto en forma de cuadro pintado que me encontré en el Santuario de Alconada, cerca de Ampudia, sito en una valleja que se desparrama en el confín de los Montes Torozos y Los Alcores y en fuga hacia la llanura terracampina.

Seguramente el óleo pase desapercibido, entre la multitud de pinturas o por culpa de su mala factura, para la mayoría de los visitantes, pero no para ustedes que sé de buena tinta que han corrido raudos a desentrañar el cartel del pie del cuadro, porque ahí se explica todo.

Y es que el niño José de la Plaza, hijo de unos vecinos del cercano pueblo de La Torre de Mormojón, fue deshauciado por los médicos ante su grave enfermedad. Su madre (siempre las provisoras madres...) se enconmendó a la virgen (en este santuario bajo la advocación de Nuestra Señora de Alconada) buscando que intercediera ante Dios. Será o no por tanto rezo petitorio el caso es que el rapaz sanó y salvó el pellejo.

En gratitud acudieron ufanos a ofrecer y dotar al santuario con ese cuadro alusivo a la sanación del infante, pintura bastante mediocre por cierto (quizás no encontraron mejor artista o, lo que me temo, eran demasiado humildes como para poder costear una obra de mayor empaque); en todo caso la calidad pictórica era lo de menos para los complacidos padres. En ella se nos muestra el niño José ya restablecido y lozano, a juzgar por el buen color de labios y mejillas, y, así vestido de gala, con su escarcela y su campanilla (que no sé cuál podía ser su uso), posa más rebonito que un San Luis.

Pero tenemos que ser generosos a la hora de juzgar los actos de nuestros antepasados por muy estrambóticos que nos parezcan y hacernos cargo; imaginarnos una época sin el 112, quirófanos, rayos X, ni antibióticos... Ya me dirán cómo se explicarían los casos de sanación, si solo podía mediar una perentoria y rudimentaria asistencia de los galenos, mas que por la concesión de algún milagro divino. Tuvo que ser la única explicación para la lógica de aquellas gentes.... 


Estampas de Andalucía: La era de trilla


LA ERA DE TRILLA




Y uno no para de descubrir novedades que nuestros antepasados nos han dejado. Y ya saben que estas cosas me entusiasman....


Y esto que les muestro es insólito, al menos para los naturales de Castilla, y me juego un duro, y no lo pierdo..., a que nunca lo habían visto...

Delante del castillo moro se halla una era construida en piedra seca. Los colonos del lugar aprovecharon un ligero promontorio de forma circular, apisonaron tierra hasta obtener una superficie plana y ahincaron morrillos para procurarse una era donde trillar.

Con ello consiguieron un mayor efecto cortante y mejor separación del grano de la paja; es decir, los pedernales del trillo tronzaban más eficazmente la mies amontonada en esa pedregosa solera. 


Sin duda aquella gente supo conjugar eficacia y belleza de las herramientas. A veces pienso que no pudo ser de otra manera ya que en aquellos que nos precedieron no se les podía pasar por la cabeza el hacer cosas sin un sentido altamente estético; construyeron e hicieron con dedicación, tiempo y con el corazón, no con el dinero como ahora, ahí está la explicación de por qué todo lo antiguo es bello. 

Estampas de Castilla: El Monasterio de las Huelgas Reales, un ejemplo de poder femenino



EL MONASTERIO DE LAS HUELGAS REALES, UN EJEMPLO DE PODER FEMENINO


          Nadie puede negar que Burgos y su provincia es una de las tierras que más puede sorprender al visitante. En la provincia hermana hay cientos de rincones insólitos de gran belleza paisajística, pueblos que aún mantienen las formas arquitectónicas tradicionales y cómo no, las mejores muestras artísticas de todas las épocas, especialmente de la románica y gótica, dado el esplendor e importancia que tuvo el emergente reino de Castilla. A quienes gustamos de la historia,  Burgos se nos muestra como destino obligado por conocer.

          Aprovecho esta introducción para contarles a mi manera algunas cosillas del importante Monasterio de Santa María La Real de las Huelgas, o de las Huelgas Reales, que vengo de visitar. Y digo cosillas porque lo que voy a explicar no tiene mayor trascendencia, ya lo sé, pero que a mí me sirven porque son gestoras de una idea, y cuando eso sucede funciona el magín que es quien mandata a la mano para escribir. Entonces ya tengo la excusa para traerles otro pinito literario.

          Y lo que les vengo a contar de Las Huelgas es un ejemplo de cómo fueron las cosas en la antigüedad, y seguro que sea aplicable a otros monasterios de la vieja Castilla y del viejo León. Después del preámbulo histórico paso a la reflexión final que es donde quiero llegar, que es la de incidir en la importancia que tuvieron las mujeres en el devenir de la Historia y cuyo conocimiento siempre se ha querido, quizás intencionadamente, atenuar.

          Pues bien, este monasterio cisterciense femenino, sito en las afueras de la ciudad, fue fundado por el rey castellano Alfonso VIII y su esposa Doña Leonor de Plantagenet en el año 1187. Aquella reina inglesa tuvo especial interés en instituir un monasterio nuevo que alojara a su hija Constanza, y prefirió esta solución antes que destinarla a cualquier otro de los que ya estaban establecidos. No es casual que el lugar elegido fuera la preeminente ciudad de Burgos ya que era cabeza del reino de Castilla. Para la mentalidad y los planes de la realeza medieval los monasterios eran el destino preferido y el más digno para las hijas solteras a las que no pudieron (o no vieron conveniente) casar con infantes de otras casas reales, habida cuenta de que el sucesor al trono debía de ser varón, trono al que no pudieron ellas optar; pero que mancas sus padres no las iban a dejar, desde luego, como paso a explicar.

           Leonor procuró, siempre en beneficio de la infanta Constanza, como digo, que el monasterio tuviera los mayores poderes posibles y para ello lo dotó, aparte de las heredades correspondientes, de enormes territorios y de fuero propio en virtud del cual ejerció su señorío tanto civil como jurisdiccional, y también recaudatorio de no pocos impuestos. Además lo hizo depender directamente de la corona para que el vigoroso poder de la curia episcopal no pudiera entrometerse en sus negocios. Tales fueron los privilegios que fue adquiriendo el monasterio que en él se armaron los más notables caballeros e incluso se coronaron reyes como Alfonso XI y su hijo Enrique II, amén de constituirse como panteón real y nobiliar. Es decir, Las Huelgas tuvo todas las mayores prebendas posibles, quizás como ningún otro.

           Aquellas aventajadas infantas (que entraron, o no, como religiosas) se ocuparon de los asuntos materiales del monasterio utilizando su posición social privilegiada, dejando los espirituales para las abadesas. Pero claro, cuando aquellas damas además detentaron el cargo de abadesas, cargo principal del monasterio, como la tal Constanza entre otras, aparte del control espiritual del mismo (las abadesas hubieron de tener una fuerza o dominio similar al de los obispos), tuvieron que ostentar y retener un ingente poder político al ser representantes regios.

           Y con este relato me sirvo para llegar a la reflexión de la importancia que disfrutaron muchas mujeres aristócratas de León y de Castilla; mujeres ricas y poderosas, influyentes e independientes, e injustamente, y lo que más me temo, alevosamente, omitidas por la Historia.





jueves, 14 de enero de 2016

Los hieleros


LOS HIELEROS




Y hoy saco a la palestra esta foto reciente en la que estoy asomado a una de las muchas simas de la fachada norte de la peña Espigüete (Fuentes Carrionas) donde se almacena grandes masas de nieve del invierno pasado.

Y aprovecho para contarles la importancia que tuvo su extracción y transporte para la economía de los pueblos que se hallan a sus pies: Alba y Valverde.
Desde el siglo XVI ya hay constancia de contratos comerciales entre botilleros de Palencia y Valladolid y los carreteros de aquellas aldeas. Las
 botillerías de la época decimonónica fueron los comercios donde se dispensaba bebidas frías y más tarde un novedoso y lujoso producto, los helados.


Pues bien,a partir de finales de mayo y hasta septiembre aquellos paisanos subían a la abrupta peña en busca de los pozos y simas que albergaban la nieve del invierno. Con hachas la picaban y en baldes era bajada hasta el punto donde podían acceder las caballerías. Los burros y alguna que otra mula cargaban la nieve en serones y aún debían recorrer un buen trecho por las empinadas cuestas hasta llegar a los caminos carreteros que partían del collado de Arra.

Una vez llenos los carros y tapada la carga con mantas para impedir la fuerte insolación que sufrimos en la Meseta, los bueyes emprendían el largo viaje para abastecer del oro blanco a las ciudades del llano: Carrión, Sahagún, Valladolid, Palencia, Rioseco, Zamora,....

Especialmente Valverde se especializó en esta actividad que tuvo su momento de mayor esplendor en el siglo XIX con la llegada de los primeros maestros heladeros valencianos. También el gremio de médicos requirieron de nieve por sus propiedades terapéuticas.

Y es que hay que ver aquellas gentes lo que tuvieron que bregar para ganarse el chusco...