jueves, 20 de octubre de 2016

Los invernales montañeses

LOS INVERNALES MONTAÑESES



invernales del valle de Polaciones (Cantabria)
          Los invernales que aún proliferan por los montes y valles cantábricos fueron muy importantes antaño (y aún hogaño, aunque algo menos, desde luego ) pues responden a la necesidad de guardar el ganado (pronunciaremos "ganao" si queremos que se nos entienda oralmente cuando nos referimos al rebaño de vacas, cabras u ovejas) en las subidas y bajadas del pueblo al monte y viceversa de acuerdo al orden estacional, y siempre en pro de lograr los mejores y más frescos pastos. Esta costumbre de guiar el ganado no es más que una suerte de trashumancia local.


          Estas cuadras sirvieron (y sirven) de cobijo en los fríos inviernos en una época en la cual no había forma de proverse de piensos y el forraje seco escaseaba, y hubo que aprovechar al máximo el tiempo en que vacas y yeguas pastorearan libremente los montes. Así a los pastores les resultaba menos gravosa la manutención de la cabaña, les eximía de incómodas pernoctas en los chozos y tediosas caminatas en un tiempo en que el acceso a los altos puertos solo era posible a través de tenaces sendas y veredas. Sí o sí hubo que equipar la montaña de apriscos, corrales, cuadras y pajares intermedios.


          Esos hatajos y rebaños , como digo, se trasladaban desde las altas brañas en el estío a las amables majadas salpicadas por los claros de los frondosos hayedos y, en las postrimerías del otoño, desde las generosas camperas de las vallejas hasta los praos del pueblo, y así encerrarlos definitivamente en los establos para paliar el rigor invernal hasta que, retirada la nieve, nazca y crezca la nueva yerba.



Palomares en la arenisca


Palomares de Herce (La Rioja)






Cuando se recorre las riberas de los ríos Iregua o Cidacos, e incluso los alrededores de sus poblaciones más importantes, como son Nájera o Arnedo, el viajero observador advertirá que las paredes de arenisca que envuelven tales ríos y ciudades, están taladradas para organizar decenas de columbarios, los nichos donde crían los pichones.


Esto no es nuevo ya que nuestros antepasados se las ingeniaron muy bien para que los palominos no faltaran en la mesa. He visto todo tipo de palomares, pero éstos de La Rioja ciertamente son los que más me han sorprendido por insólitos. Me pregunto: - ¿Cómo pudieron acceder a los mismos? Ciertamente es imposible salvo descolgándose con cuerda desde arriba, y en todo caso, esa empresa no es nada fácil sin conocimientos de encordamiento.







Sin duda lo que vemos actualmente son los vestigios de antiguas construcciones más completas que llenaron tales farallones de cuevas, escalas y rampas por donde transitar. Pero la roca arenisca es fácilmente derruible y sucumbe fácilmente a los efectos de la erosión.
Estos columbarios (en la comarca que forma la hoya de Arnedo reciben el enigmático nombre de "Farmacias de los moros") son el último y moderno uso que han tenido tales habitáculos, pero parece ser que en sus inicios fueron cenobios y eremitorios siguiendo la moda de recogimiento que emplearon aquellos primeros ascetas. Tal vez, incluso, en aquella época paleocristiana, muchas hornacinas que aún se ven fueron relicarios.
En todo caso les animo a descubrir los muchos misterios que encierra la dorada arenisca y a admirar la belleza de formas y del paisaje rupestre resultante de la erosión y de la intervención humana.