miércoles, 2 de agosto de 2017

Las puentes


LAS PUENTES



Cuando se transita por las veredas y caminos de Sayago, una de las cosas que más llaman la atención es la cantidad de puentes rústicos que hay desperdigados por esas tierras rayanas con la hermana Portugal levantados por los campesinos alistanos y sayagueses.






En los montes cercanos de las Arribes del Duero no hay vegas espaciosas cercanas a las villas y los terrenos de labrantío y sesteaderos del ganado distan un buen trecho; había que salir lejos para laborear. Por otra parte, este territorio ciertamente es poco amable: el pedregoso altiplano se agota en el Duero a través de barrancas antes de precipitarse bruscamente en sus fayas, como así llaman en el país a los farallones y acantilados del río.
Esta complicada orografía no fue problema para sus habitantes, los cuales aunados en ese afán cosieron el territorio con puentes de enormes lanchas de granito perfectamente apeonadas sobre el el lecho de arroyos y regatos. Gracias a ellos los rebaños de cabras y ovejas, los arrieros con sus reatas de burros y mulas y los carros atestados de centeno pudieron transitar por el recio paisaje arribeño.




Desaparecidas estas formas de vida, los silentes puentes aguardan adormecidos la eventual visita del pastor, sentir de nuevo el chirrido de la llanta del carro, el claqueteo de las herraduras de los mulos y la apresurada pisada de las cabras sobre las espaldas de sus enormes lastras. Mientras tanto, habrán de conformarse con ver caminantes de paso cansino y sudorosos ciclopedistas.

los chiviteros


LOS CHIVITEROS

Torregamones (Zamora)



Y hoy les presento otra curiosidad de esta mi querida España, la que más me interesa, la que muestra nuestro acervo cultural, pero la que definitivamente ya no existe, para bien y para mal, porque parece ser que tenemos que vivir de otra forma ... Pero las muestras culturales ya olvidadas pero insólitas me seducen y sugieren ideas como para plasmarlas en este tablero.

Los chiviteros, y ahora paso a lo que les quiero contar, están salpicados por el país arribeño, son pequeñas construcciones que los pastores sayagueses idearon para solucionar el peligro de supervivencia que corrían los chivines recién paridos: podían morir pisoteados por el grupo, ser atrapados por el águila o cazados por el raposo. Para que no hubiera perdida del más preciado fruto del hatajo, como eran esos neonatos, los cabreros los recluían en estos diminutos chozos de piedra con cubierta vegetal de retama, y que nos evocan, en nuestro ensoñador mundo literario, a las casitas de los gnomos.. Estas miniaturas son una cucada, en serio..

En su oscuro y mínimo habitáculo la cabra paridera encontraba la paz, sosiego y discreción que la maternidad requiere. Mientras tanto, sus congéneres pasaban su rutina diaria en el corral ajenos a la paridera. Días después el cabrito ya podía salir brincando y rebrincando porque los peligros habían cesado, y el pastor ya podía respirar tranquilo y solazarse de ver su rebaño recrecido.

Los muros de piedra

Ermita Ntra. Sra. Del Castillo. 
Fariza (Zamora)










El paisaje arribeño está cuartelado por miles de kilómetros de muros de piedra que deslindan las fincas, o cortinas, como prefieren llamarlas en esta comarca del antiguo Reino de León. Aquellas gentes dividían los predios, como digo, con todo ese cantal retirado, aprovechaban así para despejar del molesto granito para las labores agrícolas y ganaderas. 

Y para ello utlizaron un método cuanto menos curioso y posiblemente único. Los berrocales más grandes los ahincaron en el suelo, supongo que entre muchas manos y otras tantas palancas, apoyaron luego las piedras más largas tumbadas sobre ese cantazo, a modo de tijera, y ya solo tuvieron que rellenar los vanos con todas las piedras restantes.

Fruto de esa titánica tarea y de su estupenda factura los muros han aguantado decenios y siglos, quizás. Y hoy podemos admirar esta excepcional y bella obra de pura roca.