viernes, 12 de mayo de 2017

LOS ESTIPENDIOS DE LA MISA



Estipendios de Misa. Iglesia de San Cipriano de Pedraza de Campos (Palencia)
En muchas iglesias de los pueblos terracampinos y ,entiendo, que de España en general, cuelgan de sus paredes vetustas tablas raídas por las humedades y taladradas por la carcoma con los estadillos de las misas encargadas por los vecinos más píos. Nadie las hace caso alguno porque la lectura costosa no es bien recibida; tampoco atrae los asuntos que en esos textos se tratan por extemporáneos.

Así que ahí se encuentran adornando paredes de trascoros y capillas esperando que algún feligrés fisgón pose sus ojos en los cuidados trazos de sus escrituras, y bien de curiosidades pueden despertar una somera pero atenta ojeada, al menos para mí que por mi oficio de dulzainero tengo que oír muchas misas y que mientras llega el momento solemne de la consagración, cuando me juego el prestigio y los cuartos, me entretengo husmeando sus retablos y oratorios, solazándome con la ampulosidad de la imaginería y con la inmensa belleza de nuestros templos.

Decía, hablando de estas tablas de estipendios de misas que, por lo visto, no debieron ser pocos los feligreses dadivosos que recurrieron a este método de salvación por vía pecuniaria: el oferente declaraba una intención, generalmente la redención de su alma y las de sus familiares vivos o difuntos y el párroco o vicario, una vez aceptado el encargo, celebraba la correspondiente misa en la fecha acordada, intermediando así, y a través de la Eucaristía, con Dios todopoderoso.

Para fomentar este uso antiquísimo y saludable para la Iglesia premiaron tanta caridad cristiana y tanta largueza a la hora de pagar misas otorgando pingües indulgencias; es decir, a más misas encargadas, menos mili en el purgatorio. Y todos sabemos de la importancia de purgar pronto los pecados, acortar la estadía en ese limbo o terreno de nadie, difícil de comprender y ubicar para nosotros los mortales, pero que en todo caso urgía salir disparado de allí y subir cuanto antes al cielo, donde seguro que se está mucho mejor que en dicho purificatorio y aún mejor que aquí abajo, en la Tierra, donde ya sabemos todos que esto no es más que un valle de lágrimas.

Y en esa idea de salvar su alma y purgar sus pecados temporales y terrenales (el original quedó expiado cuando le bautizaron) tenemos a doña Catalina. Me pregunto qué pecados terrenales habrá cometido la buena señora para tener que rascarse así la faltriquera, pues ya vemos que arrimó ocho realazos de vellón para cubrir dos misas, una de ellas, cómo no, en honra a su santa homónima Catalina, la de la rueda. Pero en el estadillo no se cuenta nada más porque es de mal gusto mentar pecado y pecador. Es la más desprendida, porque los otros limosneros con tres reales y unos maravedís (que serían los céntimos de la época, pura calderilla, vamos...) ya cumplían.

Leo también que Martín de Abastas quiso darse otro homenaje, porque al fin y al cabo -¿Qué son cuatro reales para el día de San Andrés? Bien lo merecía este mártir que sufrió lo indecible en una crucifixión en cruz aspada, bastante más atroz que la de en cruz a escuadra empleada por los malvados verdugos romanos, por incómoda de soportar esta rara postura, supongo...

La Iglesia siempre ha instruido la necesidad de ajustar una misa por cada intención, y ahí no vale hacer la trampa de celebrar una única misa para cumplir varios encargos. No obstante, entiendo que una cosa es el encargo de la misa y otra la asistencia obligatoria, y que una cosa no implicara la otra, porque entonces más de un fiel pasaría más tiempo en capilla que en su propia casa. Y los curas acabarían más que hartos de repetir tantas veces la eucaristía. Pero bueno, es su trabajo, y a casi nadie nos gusta nuestro trabajo....

Y para que no hubiera malas cuentas, ya estaba el afanoso escribano Gregorio Vicente levantando acta, con inmaculada y clara caligrafía, y a dos tintas, de todos los cobros y de las respectivas misas mandatadas. De la cobranza y custodia de los estipendios ya se encargaban párrocos y vicarios, que de toda la vida de dios han tenido fama de buenos ecónomos.

Y no dejo de asemejar este audaz sistema recaudatorio, que además de tener ocupados los púlpitos, abasteció la caja de caudales, con el actual, más edulcorado, eso sí, mediante el cual la Iglesia nos invita con vehemencia en radio y televisión a marcar la equis en la casilla pertinente, ahora que nos encontramos en período de rendir cuentas con nuestro maltrecho fisco mediante la declaración de la renta.

Y es que a veces el dinero huele a incienso...