miércoles, 10 de febrero de 2016

El caso de la Santa Cruz de la Zarza: otra ignominia más


SANTA CRUZ DE LA ZARZA







Ya tenía ganas de escribir acerca de esta iglesia completamente abandonada y olvidada de la mano de dios, que hasta él parece que le ha dado la espalda por el estado de semirruina en el que se encuentra. Iglesia que he visitado muchas veces para fustazo y azote de mis ojos, pues asevero que es paradigma de otra ignominia más de las muchas que los ciudadanos con gusto y amor por el patrimonio artístico tenemos que soportar. 



Y a ver cómo me explico con un poco de mesura; prometo contar hasta diez y tragar saliva, porque de veras a uno le dan ganas de pellizcarse los pezones y de tirarse cristales rotos a los ojos para no tener que ver más el estado actual en el que se encuentra esta joya medieval.


Adjunto unos datos de historia obtenidos en la red, pero sáltenselo si prefieren leer la reflexión final. 



Reseña histórica 
Y les doy unas reseñas de su devenir en el tiempo, y que nunca están de más, para ponerles en antecedentes de lo que les quiero trasmitir. 
Dice la tradición y la leyenda que fue el mismo Fernán Ansúrez, a la sazón Conde de Castilla, conde levantisco contra el rey leonés, quien en el año 922 inició la construcción del primer monasterio e invitó a su ocupación a los comendadores de Santiago. De ello no hay pruebas documentales pero lo que sí es cierto es que dos siglos después Alfonso VIII, rey de Castilla, se fijó en ese lugar de la vega baja del río Carrión para instituir un monasterio con monjes venidos del famoso Monasterio de Santa María de Retuerta, que se halla en Sardón, en la ribera del Duero.
Tal monasterio debió tener su momento de mayor esplendor unos siglos después, pues se sabe que el emperador Felipe II lo visitó.
Pero pronto empezó su ocaso. Aquellos frailes premostratenses poblaron el cenobio hasta 1627, fecha en que el Capítulo General de la Orden decidió trasladar a sus residentes a Valladolid, quedando definitivamente abandonado. Un incendio y una posterior inundación propiciaron su ruina. Las leyes desamortizadoras del ministro Mendizábal le dieron la puntilla al pasar todo el predio sobre el que se asienta a manos privadas en 1841.
Aunque el edificio de lo que fue el cenobio ha desaparecido casi por completo y solo se mantiene la sala capitular, aún se mantiene en pie la iglesia, formidable muestra de arquitectura tardorrománica y protogótica. Esta iglesia, erigida bajo la advocación de San Norberto, santo francés fundador de la orden premostatense, tiene un gran influjo de la arquitectura cisterciense, y ya captó la atención de las autoridades políticas culturales de los años veinte del siglo pasado y en el 1931 fue declarada Monumento Histórico-Artístico de interés nacional. Baste decir que la sala capitular está considerada como de las más importantes en toda España.
A pesar de la importancia y belleza del templo, un largo y complicado litigio acerca de la propiedad del mismo entre la diócesis de Palencia y la empresa agroganadera propietaria de la finca donde se ubica hace imposible una solución restauradora del mismo. Y ambos litigantes han ganado juicios en los diferentes tribunales pues ambos presentan pruebas registrales de escrituras de propiedad.






De vez en cuando tengo la insana costumbre, porque me produce laceración, de abrir la Lista Roja del Patrimonio Español en Peligro, confeccionado por la Asociación Hispania Nostra, un listado que se ha hecho a semejanza del que hay para animales o plantas en amenaza de extinción. Y ahí aparece mi provincia, encabezando este oprobioso listado con sus veintidós monumentos, muchos de los cuales se hallan ya no solo en peligro si no en estado de ruina inminente. 


El seguimiento del caso judicial de la maldita propiedad de la iglesia de Santa Cruz de la Zarza  ya lo veo como un acto de flagelación. El saber que ambos pleiteantes han sido capaces de llevar los respectivos recursos a los más altos tribunales como son el Supremo o el Europeo de Estrasburgo, empleando en ello dinero en costas, minutas de abogados  y un montón de años  que conllevan los plazos en los procesos judiciales, me produce ulceración. Pero así nos las gastamos en la piel de toro, porque definitivamente somos un pueblo poco dado a acordar o pactar, menos aún a ceder y  mucho más a porfiar, que en eso somos campeones. Y ya lo sentenció con locuacidad y con media docena de palabras don Antonio Machado: -"En España, de cada diez cabezas, nueve embiste y una piensa".


Mientras tanto, los administradores provinciales y regionales de lo público miran para otro lado para no molestar. Pero no se preocupen los querellantes que dentro de poco alguno se saldrá con la suya y el juicio se va a resolver con la derrota de ambos contendientes: uno porque el tribunal le va a negar su condición de dueño y el otro porque la ganancia va a ser de una verdadera escombrera, porque la iglesia, señoras y señores, se cae... 



Y la Junta de Castilla y León ya no tendrá que gastar ni un duro para alivio de su maltrecha arca de caudales. No me cabe ninguna que ese es el porvenir del templo deseado por todos, el del derrumbe, cada uno por sus motivaciones y a ese fin parece que van dedicados todos los actos y omisiones. La desidia y desinterés de la ciudadanía hace el resto, y así se cumplirá una vez el refrán de que "muerto el perro se acabó la rabia..."


Y mientras estos acontecimientos se suceden, la iglesia va sucumbiendo al paso del tiempo y a los robos. Los excepcionales grifos, la arpía, sus guerreros pertrechados de armas y celadas; y los complicados entramados vegetales que adornan las cestas de los capitales, languidecen inermes ante las inclemencias del clima meseteño. La torre ya no aguanta más el peso de los nidos de las cigüeñas. El hedor de la palomina ha sustituido el del incienso y por los ventanales de la sala capitular la maraña de zarzas apenas deja pasar la claridad del día. 


Dentro de unos años, no muchos, la vieja iglesia de San Norberto, dejada a su suerte, hincará las rodillas y ya cansada de tanto desamparo caerá desplomada para siempre. Y comenzará el gran teatro: los actores se llevarán las manos a la cabeza y se señalarán unos a otros con el dedo acusador como responsables de la tragedia. Unos por acción y otros por omisión seremos todos culpables, pero por fortuna el disgusto nos durará solamente la jornada que el fatal desenlace ocupe alguna página de los noticieros.