martes, 18 de junio de 2019

El homenaje al pastor

Escultura - homenaje al pastor Esteban Frechilla
Amusco (Palencia)



    Al subir por la antigua carretera de Santander, y a unos veinte kilómetros de Palencia, nos llamaba la atención un solitario personaje pétreo, calado con boina, y con el rictus circunspecto, que dentro de un predio agrícola y a pocos metros de tal carretera parecía vigilar a los viajeros.

    Esteban Frechilla fue un desdichado pastor de Amusco que, por casualidades de la vida, una tarde de tormenta estival acertó a pasar con sus ovejas por ese lugar cercano al pueblo justo en el momento que nunca debió llegar. Todos sabemos que la lana de las ovejas se carga de electricidad los días de aparato y atrae, pues, al rayo. El hombre no quiso abandonar el rebaño a su suerte y en su precipitada huida fue fácil diana de la descarga y al instante cayó fulminado. La tragedia causó gran conmoción, no solo en la comarca si no en toda la nación.

    Dos años después de la fatalidad, en 1961, el artista Víctor de los Ríos, impresionado por ese luctuoso suceso, quiso rendir un homenaje al desdichado pastor y, con él, al pertinazmente olvidado gremio de los pastores y erigió para ello un soberbio monumento en su reconocimiento en Ameyugo. No seleccionó el lugar del infortunio narrado para exhibir su obra si no que prefirió un lugar con mejor escaparate como es la salida de los escarpes del desfiladero de Pancorbo, en la puerta de la tierra de Miranda de Ebro, en la transitada ruta de Vasconia y de Francia.


Homenaje al pastor (Ameyugo - Burgos)
    

  




    Ahora, el Monumento burgalés al pastor ha quedado fuera de la vista ya que todos circulamos por el autopista, pero lo recordamos cuando de niños nos llevaban por la vieja carretera Nacional, la N-1, a las playas de Guipúzcoa y, al pasar por debajo del espolón de roca que lo sostiene, lo contemplábamos pasmados con la nariz pegada en la ventanilla del coche. A veces era el lugar perfecto para parar a mear detrás del espino mientras que padre se apretaba un Ducados y, boquiabiertos, podíamos admirar con asombro la colosal escultura y un poco más alejado la del zagal que parecía decirnos adiós con la mano cuando reanudábamos la marcha.

  En el pueblo de Amusco, el discreto busto con que el Sindicato Nacional rindió homenaje al señor Frechilla, poco se gastaron, pero tuvieron ese detalle, languidece entre los abrojos y cardos que cubren la peana, con los infinitos trigales y cebadales terracampinos como telón de fondo.






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